EL BOTIFARRA TRIOMFA A VALÈNCIA

Que un “cantaor” de música tradicional valenciana llamado “Botifarra” venda 17.000 copias en cuatro años es un fenómeno musical y cultural sin parangón en la Comunitat Valenciana. Pero casi igual de sorprendente es que la ciudad de Valencia, con un 90% de habitantes que habla poco o nada en valenciano, le abra sus brazos con entusiasmo desde el selecto teatro Olympia. Así, Pep Gimeno se ha sacado la espina del “cap i casal”.


PACO CERDÀ VALENCIA Cuando el cantaor Pep Gimeno, Botifarra, era pequeño, su abuela Otilia, de mal nombre Picaeta, le advertía: “Si vas a València et posaran l’os”. Pero anteayer, la temida Valencia, la isla ingrata que hasta ahora se resistía al embate arrollador de un fenómeno musical que ya ha alcanzado Barcelona, Madrid, Francia o Italia y que ha vendido unas 10.000 copias de su primer disco y más de 7.500 del segundo con música tradicional, capituló. Esa Valencia no sólo no le puso el hueso al artista de Xàtiva, sino que certificó su consagración global, sin la imperdonable excepción del cap i casal, en una actuación inolvidable en el teatro Olympia que, por su simbolismo, fue mucho más que un concierto.

El propio Botifarra, de naturaleza humilde, expresó en el escenario su asombro por la gran entrega del público durante las dos horas cumplidas de concierto. “Mira que en la Llosa de Ranes son escamosos, pero es que vosotros parecéis de la Llosa!”, espetó el cantante al público, entre havanera, cant de batre y romanç, en agradecimiento a su entrega y sus aplausos. Por el precio (de 10 a 15 euros) y el día (un lunes festivo en medio de un puente), la presencia de más de medio millar de personas en el teatro era ya un éxito que el propietario del Olympia no dudó en refrendar: “Date por contratado el año que viene, que vuelves seguro”, le dijo a Pep Gimeno.


Pero más allá de los números, lo que más sorprendió fue la pasión del auditorio en algunos tramos de la actuación y que tuvo su momento cumbre con la sonora ovación que acompañó los últimos versos de la Malaguenya de Barxeta: “Vinc del cor de la Costera, / del poble dels socarrats. / D’allà on renaix de les cendres / el meu País Valencià”.
Ahí cayó Valencia en brazos de Botifarra, y él respondió como sólo sabe hacerlo. Primero, con humildad. “Me da vergüenza que me aplaudáis tanto”, dijo desde el escenario. Y segundo, con infinitud de guiños. Porque aunque había prometido que no iba a decir desficacis porque el teatro era “demasiado fino y bonito”, y por eso él y su rondalla iban más mudats que de costumbre (“¡Es que hemos venido a la capital!”, bromeaba), Botifarra no tardó en cantar que “les xicones de València / són totes altes i primes / i més avall del melic / tenen un cau de formigues”.


Es una muestra de la cultura popular que Pep Gimeno ha rescatado calladamente desde los años ochenta y que, desde la eclosión del fenomen Botifarra en 2006, ya ha llegado a politonos de móviles para adolescentes o camisetas como las que se vendían en el vestíbulo del Olympia, donde se pudo ver a Josep Maria Catalunya, ex presidente y actual miembro de la Fundació Bancaixa, o Enrique Ginés, de La 97.7.

Tras el concierto, Botifarra admitió que, con esta actuación, “la espina de Valencia ya me la he quitado por completo. Esto ha sido muy importante”. Para él, para Valencia y para la cultura popular.


Levante-emv